OLIMPIADAS Y LITERATURA II



               Es tan poco frecuente encontrar un atleta argentino en las olimpiadas de Londres 2012 [o Río 2016)] como encontrar hoy un libro de Nalé Roxlo o de Baldomero Fernández Moreno. No tengo la respuesta a esto (que haya pocos atletas) pero pienso que más allá del financiamiento o no, de planes a largo plazo, todo debe comenzar con la educación primaria y secundaria. Es allí donde, me parece, se fomenta el gusto por el atletismo, pero es muy raro ver en nuestras escuelas chicos practicando lanzamientos, saltos o carreras, y también es muy raro que docentes se ocupen de estas disciplinas. Cada vez que veo en una clase de educación física que están jugando al fútbol me da un ataque de urticaria.
         
      Pero dejemos el tono de maestro siruela y pasemos a la literatura y las olimpiadas. Hay un cuento de Brian Mcoy sobre un hecho que poco tiene que ver con lo deportivo, trata del robo de la bandera olímpica con la que se iniciaron los juegos modernos. El hecho es real y ocurrió en los juegos de Amberes, en 1920; allí el atleta estadounidense Harry Prieste se llevó la bandera. El relato de Mcoy se centra en ese hecho puntual y las obsesiones del protagonista que lo perdió todo, menos la enseña olímpica. Como anécdota final, la bandera volvió al Comité Olímpico ochenta años después, en los juegos de Sidney.
               António Vieira Kilamba fue un escritor angoleño que conmovido por la hazaña de Abebe Bikila, aquel fabuloso maratonista de Etiopía, escribió “Pies de barro”, un relato sobre la infancia de Bikila y su pasión por correr. Para quienes no lo conozcan, Abebe Bikila ganó la maratón olímpica de Roma en 1960, si el hecho en sí mismo causa admiración, esta se incrementa cuando nos enteramos de que  Bikila corrió los 42 km como lo hizo durante toda su vida: descalzo.
               El boxeo como disciplina olímpica se inició en 1904, y hasta el momento es una de los pocos deportes amateurs que quedan en los juegos.  Hubo grandes campeones olímpicos, quizás el más recordado sea el inimitable Cassius Clay. No tengo dudas que “Rey del ring” de Norman Mailer tiene como referente a Clay en este pasaje: Jugaba con los puñetazos, los propinaba tiernamente, los ponía con tanta delicadeza como se pone un sello en un sobre, y después propinaba un puñetazo que restallaba como un latigazo en la cara, y lanzaba un jab cruel que golpeaba como un trancazo en la boca, y luego, como en un vals, obligaba al contrincante a entrar en cuerpo a cuerpo …, para apartarse como en un vuelo, aladas las piernas, y, al hacerlo, clavar un gancho, con balanceo del cuerpo, en las costillas, y machacar el rostro con jabs, y lanzar una suave y burlona lluvia de golpes…”. Seguramente vos recordarás un cuento extraordinario de Cortázar sobre los últimos días del boxeador Justo Suárez, “el torito de Mataderos”, aunque este no participó de ningún juego olímpico.
La esgrima es uno de los deportes que siempre han estado presentes en los juegos olímpicos de la era moderna. Impresiona la velocidad de reflejos de quienes florete o espada en mano tratan de tocar el cuerpo del contrincante. Hoy parecen robots blancos con luces y envueltos en cables. Literatura y esgrima tienen una larga tradición que se remonta a la novela romántica y llega hasta la actualidad, de ese recorrido podemos destacar algunas novelas de Dumas, como “Los tres mosqueteros” o la de Pérez Reverte, “El maestro de esgrima”.

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